Monday, July 22, 2013

...la llegada del astío

Siempre permanecí atento a la llegada del astío, 
temeroso del rechazo huí, anticipando su llegada 
negándome al sentir de su presencia, el abrazo de mi viejo amigo
sintiéndome a él ajeno logrando escapar antes de que todo terminara.

Entonces creí que sólo el amor al deseo renovaba,
y como inocente víctima me ocupaba de culparla
sin saber que hay cosas que sólo sin motivo estallan
que el tiempo nunca pasa junto a una relación sin resecarla.

Mustio el tedio limosnea abrigo frecuentemente
ingenuo el deseo le cede su lugar en la cama
clamando paz y ternura llena de dudas la mente amante
un par de tontos cobardes cuando creen saber, saben nada.

Hoy sólo se que no existe un pensamiento, palabra o gesto 
que al no usarse no sea olvidado en la memoria y se haga viejo
tedio se anuncia y con gesto de desprecio por el autor no aceptado
es común no estar allí, cerrar los ojos, culpar al otro y hacerse el santo.

No es raro considerar al maldito huesped como un visitante cotidiano
distanciarse en la mente y fugarse en el cuerpo inherte, en un alegato
dispensar la honestidad y negar que aquel hipócrita momento ha llegado
ese día inevitable en que se cree ya no hay caricias nuevas en las manos.

Lo que sí hay ahí son pedazos de miedo enmohecido acumulado
recuerdos que iluminan el descolorido sabor del pecado olvidado.

Hasta ahora poco me he quedado y he aprendido poco, 
que como invierno llega sólo en temporada
que ni el ciclo más sabido puede anticipar su paso
y que cuándo, cómo o por qué no dicen una palabra
simplemente llega de repente, se instala
y no es suficiente el amor, pues nada es permanente. Nada. 

Tampoco hay culpables ni debe haber arrepentidos
sólo aceptables situaciones y aferrarse a lo vivido
a lo sutil, lo sublime, lo permanente, lo tuyo y mío
sólo quedarse quieto y dejar pasar la lluvia y el viento frío.